jueves, 21 de junio de 2012

Caso 3: La Fée, de Dominique Abel, Fiona Gordon y Bruno Romy, por Maia Debowicz

El cuerpo de la obra

Existe una razón contundente por la cual jamás podría ser actriz: aún no he aprendido a manipular mi cuerpo, él tiene libre albedrío y una independencia extrema con mi mente. Bailo mal, no sé correr sin que me tire el vaso y me niego rotundamente a saludar al sol.
Dominique Abel, Fiona Gordon y Bruno Romy por suerte no piensan como yo y utilizan su cuerpo como la materia prima de su obra, sus películas son una lección completa de anatomía que logran despertar y conmover hasta los músculos más oxidados de los espectadores anti-deportistas.

Hay seres humanos que simplemente nacieron con la sensibilidad del artista y todo lo que observan lo transforman en arte. El trío canadiense-belga que con La Fee logra su primer trilogía pertenece a este grupo, ellos son mucho más que simples cineastas, son artistas que podrían vivir dentro del MOMA. Colores estridentes+ gags sonoros y visuales+ ausencia de diálogos+ humor absurdo + números musicales es la fórmula de este excéntrico cine, fórmula que provocó como resultado una desbordada felicidad en mi vida.

Su nueva película presenta a un hada de carne y hueso que llega a un hotel de una estrella a concederle tres deseos a Bruno, pero él es tan poco ambicioso que sólo pide dos: Tener una moto y nafta de por vida. ¿Si las hadas existen?, en el cine de Dominique Abel, Fiona Gordon y Bruno Romy, sí. ¿Y en la vida real?, quizás también. La magia no tiene explicación y lo más importante de la vida se trata de eso, de no poder comprender racionalmente hechos de una dimensión desconocida llamada el plano emocional. La Fee requiere este contrato previo, creerle el fantasioso relato por completo porque en definitiva el cine, en parte, existe para cumplir ese objetivo: soñar sin peso en las alas para volar libremente sin prejuicios ni restricciones mentales.

Escena favorita:
Bruno se disfraza para rescatar a Fiona del psiquiátrico y como bebes siameses sus cuerpos se unen en uno solo para poder escapar de esa tenebrosa institución y sentir la libertad del viento producido por la velocidad del primer y segundo deseo: la moto y la nafta eterna.


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