jueves, 21 de junio de 2012

Caso 3: La Fée, de Dominique Abel, Fiona Gordon y Bruno Romy



DIRECTOR: Dominique Abel, Fiona Gordon y Bruno Romy

PAÍS: Francia/Bélgica  

AÑO: 2011

DURACIÓN: 93 minutos

GUIÓN: Dominique Abel, Fiona Gordon y Bruno Romy

REPARTO: Dominique Abel, Fiona Gordon, Phillippe Martz, Vladimir Zongo y Bruno Romy










Calificaciones Trauma Cinéfilo

  


       LUCIANO ALONSO:  

NADIA MARCHIONE:  

Caso 3: La Fée, de Dominique Abel, Fiona Gordon y Bruno Romy, por Luciano Alonso

La belleza posible del artificio manifestado

Alguna vez se pensó que la belleza artística respondía a la fidelidad posible en la representación de la realidad. Luego, el concepto se puso en duda, hasta que finalmente se desmintió por completo. Rupturismo, vanguardia.
Luego se volvió a las formas de representación clásica. Los cambios asociados a nuevas tecnologías volvieron a desajustar y descompensar este equilibrio nunca conseguido. Los que aún piensan que el mundo se resuelve en términos binarios, todavía insisten con la idea de defender unas formas de representación sobre otras. 
Lo cierto es que, al día de hoy, la belleza artística aún es un misterio. Subsisten maneras de representación que pretenden ser fieles a la realidad y maneras que lo pretenden sólo parcialmente y maneras que no lo pretenden en absoluto.

La Fée (El hada), es una película que habilita pensar que no pretende ser una representación fiel de la realidad o que sólo lo pretende parcialmente. El indicio más obvio de ello es su título. Como todos sabemos, las hadas son criaturas fantásticas producto de la imaginación o de su contraparte, la fe religiosa. La película, no obstante, no pertenece al género fantástico, toda vez que guarda demasiadas similitudes con el mundo tal como lo conocemos. 
El argumento es simple. Dom es el portero nocturno de un hotel. A poco de comenzar su jornada, recibe a Fiona quien, además de convertirse en huésped ocasional, le confiesa ser un hada e invita a Dom a pedirle tres deseos. Dom, cuyas ambiciones se revelan simples, sólo es capaz de pensar en dos: Tener una moto y gasolina para la moto de por vida. Fiona ocupa su habitación. Dom sufre un accidente doméstico, tras atragantarse con la tapa de metal de un frasco. Fiona lo ayuda y, como quien no quiere la cosa, le salva la vida. Dom se queda dormido. Al otro día, al despertarse, se encuentra con una moto de obsequio en la recepción del hotel y un mensaje de Fiona, que lo cita en un bar. Fiona le comunica a Dom que puede disponer de la nafta almacenada en un inmenso barril cuyas dimensiones alcanzarían para cubrir las necesidades de Dom para toda su vida. 
Hasta aquí, todavía podríamos pensar que la película introduce nociones explícitamente fantásticas o irreales, como milagros y soluciones mágicas. Luego, el espectador descubre que Fiona es una ladronzuela, por lo que se puede inferir que la moto que ha recibido Dom probablemente sea robada y que el acceso a ese depósito de gasolina quizás es fraudulento. 

No obstante, luego suceden otras escenas y situaciones total y completamente irreales. En definitiva, lo fantástico y lo realista van alternándose sucesivamente. Al final, es el espectador el que decide si lo que acaba de ver fue un cuento de hadas, una película simbólica o un disparate. Total, que lo mismo da. Lo que importa es que La Fée es potencialmente divertida y permite que el espectador se deje seducir por la belleza posible del artificio manifestado. Paisajes de catálogo, trucos de cámara rudimentarios, modos artesanales de hacer cine (que no pretenden otra cosa más que una efectividad provisoria y genial, a su manera). Todo eso se conjuga para ayudar al espectador a que imagine más y mejor. En ello radica su gracia y encanto. Enhorabuena. 

Mi escena favorita: Luego de varias aventuras y desventuras, regresan al bar donde se conocieron. En el transcurso de la noche, y con la acumulación de copas, la atmósfera se vuelve rara. Una mujer con rulos, integrante de un equipo de fútbol femenino, canta una canción, recostada sobre la barra, con la camiseta aún puesta. Todo luce mágico y real a la vez en esta escena, acaso la más bella de todas.


Caso 3: La Fée, de Dominique Abel, Fiona Gordon y Bruno Romy, por Maia Debowicz

El cuerpo de la obra

Existe una razón contundente por la cual jamás podría ser actriz: aún no he aprendido a manipular mi cuerpo, él tiene libre albedrío y una independencia extrema con mi mente. Bailo mal, no sé correr sin que me tire el vaso y me niego rotundamente a saludar al sol.
Dominique Abel, Fiona Gordon y Bruno Romy por suerte no piensan como yo y utilizan su cuerpo como la materia prima de su obra, sus películas son una lección completa de anatomía que logran despertar y conmover hasta los músculos más oxidados de los espectadores anti-deportistas.

Hay seres humanos que simplemente nacieron con la sensibilidad del artista y todo lo que observan lo transforman en arte. El trío canadiense-belga que con La Fee logra su primer trilogía pertenece a este grupo, ellos son mucho más que simples cineastas, son artistas que podrían vivir dentro del MOMA. Colores estridentes+ gags sonoros y visuales+ ausencia de diálogos+ humor absurdo + números musicales es la fórmula de este excéntrico cine, fórmula que provocó como resultado una desbordada felicidad en mi vida.

Su nueva película presenta a un hada de carne y hueso que llega a un hotel de una estrella a concederle tres deseos a Bruno, pero él es tan poco ambicioso que sólo pide dos: Tener una moto y nafta de por vida. ¿Si las hadas existen?, en el cine de Dominique Abel, Fiona Gordon y Bruno Romy, sí. ¿Y en la vida real?, quizás también. La magia no tiene explicación y lo más importante de la vida se trata de eso, de no poder comprender racionalmente hechos de una dimensión desconocida llamada el plano emocional. La Fee requiere este contrato previo, creerle el fantasioso relato por completo porque en definitiva el cine, en parte, existe para cumplir ese objetivo: soñar sin peso en las alas para volar libremente sin prejuicios ni restricciones mentales.

Escena favorita:
Bruno se disfraza para rescatar a Fiona del psiquiátrico y como bebes siameses sus cuerpos se unen en uno solo para poder escapar de esa tenebrosa institución y sentir la libertad del viento producido por la velocidad del primer y segundo deseo: la moto y la nafta eterna.


Caso 3: La Fée, de Dominique Abel, Fiona Gordon y Bruno Romy, por Nadia Marchione

Cuestión de Fée


El clown es mágico.  Logra la magia de ese tipo de espectáculos que viéndolos hoy, aquí  y ahora, sin efectos de posproducción, nos asombran.  El clown tiene activado y logra activar en el público la mirada primera, curiosa, sensible y despierta de un niño.  El clown es tierno y a la vez inteligente, no es infantil, usa todos los recursos que su vida adulta le proporcionaron.  Pero los usa sólo como el clown sabe hacerlo.  Y jamás pierde la capacidad de sorpresa.  Y el clown ante todo cree.  Cree sin ser crédulo.  Cree en sí mismo, en lo que ve, en lo que oye, en el otro y en su entorno. 

En La Fée, Fiona sostiene que es un hada.  Y nunca llegamos a saber si es realmente un hada o está un poco loca o un poco de cada cosa.  Así, como el clown, La Fée es  mágica sin efectos.  Tierna e inteligente, con un tipo de humor físico que sólo puede lograrse con un entrenamiento muy preciso, sensible y ajustado.  Y con el cuerpo nuevamente aparece la figura del clown.  Cuerpos despiertos, plásticos y flexibles que dan paso a la magia dentro suyo.  Dan paso a que la magia los atraviese y lograr figuras extrañas pero no imposibles.  Que maravillan al ojo del espectador con sólo trocar un poco el nivel social de las figuras.

Y La Fée es puramente cinematográfica.  Sucede que, no obstante recordar al clown (cuya tradición remite fundamentalmente a lo teatral), remite más a sus parientes de celuloide, a aquellos que hicieron con el clown fantasías de cine, que jugaron con imágenes, puestas de escena y puestas de cámara.  A aquellos que como Jacques Tati volvieron palpable la magia instalada en los pequeños trucos de encuadres, haciendo chistes con detalles que sólo el ojo de una cámara puede elegir mostrar.

Y no podemos hablar de La Fée (tampoco del clown, otra vez) sin mencionar la importancia de la música.  La banda sonora, la elección de las repeticiones, del ritmo y de las melodías, está pensada en esta película para que sea un actor más, otro cuerpo plástico que se adapta a la película para respirar con ella.

En La Fée Dominique y Fiona (sus nombres en la vida real, nombres que también mantienen en sus otras películas, como los clowns mantienen su identidad a través de los diversos espectáculos) se conocen, se enamoran y hasta tienen un hijo.  Pero esto no es lo importante.  En La Fée lo importante no es lo que se cuenta sino cómo, la elección de este modo particular y personal de ver el mundo como lo ve un clown, con los ojos bien abiertos, mirando de frente, y siempre siempre, por sobre todas las cosas, creyendo.

Mi escena favorita: La coreografía armada en torno a un auto, una moto, ellos, y el bebé, donde lo puramente artificial de los decorados, los efectos y el movimiento está puesto en función del ritmo de sus cuerpos y de algo que también hace mucho el clown: tranquilizar al público, decirle algo así como "todo lo que ves está bien, el riesgo aparente es sólo parte de la diversión, no es real".




Crítico de lujo invitado: Paula Vazquez Prieto


Cuestionario Trauma Cinéfilo



1) ¿A qué le tenés miedo?:  A la oscuridad y a los hombres - gato.

2) Tus 5 directores favoritos:
1-Howard Hawks
2-Roberto Rossellini
3-Eric Rohmer
4-Raoul Walsh
5-Nicholas Ray

3) Tus 10 películas preferidas:

1- El rayo verde, de Eric Rohmer.
2- La ventana indiscreta, de Alfred Hitchcock
3- El pirata, de Vincente Minnelli.
4- Más allá del olvido, de Hugo del Carril.
5- Viaje por Italia, de Roberto Rossellini.
6- Cuando Harry conoció a Sally, de Rob Reiner.
7-Perdidos en Tokio, de Sofía Coppola.
8-El mago de Oz, de Victor Fleming.
9-El romance del Aniceto y la Francisca, de Leonardo Favio.
10- El verdugo, de Luis García Berlanga.

4) Una película perfecta:
La adorable revoltosa, de Howard Hawks.

5) Un director al que detestás: Lars Von Trier.

6) Un amor platónico cinéfilo: Obvio que Cary Grant, ¿quién más?

7) ¿Qué es para vos el cine?: Un amor.

8) ¿Cuál fue el máximo de películas que viste en un día?: 5, creo, que en algún festival. Mucho no me acuerdo, gracias que las retengo cuando las veo de a una.

 
9) Tu mayor trauma cinéfilo: La bruja Maléfica de La bella durmiente. La más mala de todas, más que Joan Crawford. Todavía la veo y me pongo a llorar.
 
10) Una película que descubriste últimamente: Hell is for Heroes, de Don Siegel. Masterpiece. Y eso que el cine bélico no es mi plato preferido.

 
11) La película que nunca terminarás de entender: El origen. (Me quedé pensando: ¿Qué son los sueños?... Mmmm Eso o... ¿Para qué hizo esta mierda? No me acuerdo.

 
12) La película que más veces viste: Titanic, 8 veces en el cine. En televisión algunas varias que me da fiaca enumerar.

 
13) La película que te da vergüenza decir que te encanta: Novia se alquila, un clásico de los 80.

 
14) Una película de la que te levantaste y te fuiste: Irreversible. Demasiado para mí.

15) Una película que detestaste y después te terminó convenciendo o viceversa: Me gustó bastante La amante del teniente francés la primera vez que la ví. No sé en qué estaría pensando. Después me quise matar.
 


La vida es sueño
(nota publicada en la revista El Amante)

Surgido del seno de un hogar europeo, la mirada del extranjero se hizo carne en Vincente Minnelli, aún en el seguimiento de una tradición tan americana como la del musical. De padres dedicados al teatro de vaudeville, Minnelli fue primero fotógrafo y diseñador de carteles en el cine, para luego diseñar escenarios y vestuarios en Broadway. En los 40 sería el famoso Arthur Freed quién lo llevaría a Hollywood para dirigir números musicales en la MGM. Estuvo dos años entre bambalinas, familiarizándose con la técnica cinematográfica, sobre todo con el manejo de las grúas, consolidando así una asombrosa habilidad técnica.
Su debut en la dirección llegaría en 1943 con Una cabaña en las nubes, ópera prima que expresó el trabajo de la unidad musical de Freed y representó la continuidad de lo que se había iniciado con El mago de Oz. Amante del arte y la cultura europea, Minnelli impregnó con ese amor todas sus obras. Extrema, casi superlativa, su idiosincrasia cosmopolita le permitió desfilar con tacto exquisito por géneros tan cercanos a la sensibilidad femenina como el melodrama o el musical.
Como lo destacan las apreciaciones laudatorias del crítico cubano Guillermo Cabrera Infante, ese gesto se hace notable en el retrato de sus personajes masculinos. Románticos incurables que colisionan contra un mundo de reglas estrictas, reglas de conducta, de moral y de compromiso social. Los hombres de Minnelli, sobre todo los jóvenes, siempre desafían ese estado de cosas, poniendo en crisis una idea de virilidad que se había hecho dominante desde la posguerra. El Tommy de Té y Simpatía es agredido por sus compañeros de estudios porque no le gusta el fútbol y prefiere pasar sus tardes escuchando música clásica y escribiendo cuentos de amor y aventura. El rechazo a su mera presencia representa el profundo temor que inspira quien resulta diferente y, por lo tanto, incomprensible, como lo escenificaría la crisis de valores de la era Vietnam. En Brigadoon, otro Tommy encuentra en ese pueblo de ensueño su verdadera vida, aquella que le resulta tan extraña en la Nueva York áspera de los 50.
La atracción de Minnelli hacia lo onírico y lo festivo parecía una especie de antídoto contra la intensa soledad que lo embargaba a menudo. Y esa incomodidad que genera el saberse fuera de lugar, fuera de tiempo, es la que conduce a sus personajes a indagar en su interior, buscando la verdadera razón de su falta de pertenencia. El Minnelli outsider, aún en el seno del sistema de Estudios, fue el más claro reflejo de una de las carreras más personales dentro de Hollywood, que muchas veces le valió el olvido o la subestimación. Su estilo visual sofisticado, casi en las penumbras de un mundo semi-real, donde la realidad y la fantasía conviven en tregua nunca enteramente armoniosa, fue la consciente cristalización de sus ideales.
Como muestra el análisis preciso del filósofo francés Gilles Deleuze, Minnelli se caracterizó por la utilización constructiva del color para poner en escena sus aspiraciones. Los colores, intensos, arrebatados, surrealistas, aparecen en pantalla de manera dramática, en relación al estado de ánimo de sus personajes y en consonancia con la atmósfera de la situación que se está narrando. Etéreos, se aíslan de manera ostensible, casi brutal, y se combinan potenciando en sobremanera el aura sentimental de la obra.
Minnelli fue el soñador extravagante por excelencia del cine clásico. Su pasión febril y su romanticismo audaz lo llevaron por un camino de profunda desilusión respecto al mundo que lo rodeaba. El itinerario de su filmografía, sobre todo a partir de mediados de los 50, marca su creciente desasosiego sobre una realidad que lo hacía sentir impropio, débil y hasta con rasgos de hipocresía. Su descontento con los prejuicios sociales que muchas veces dictaban las revisiones a sus guiones, amparadas en las exigencias de la taquilla, lo fue haciendo más resistente.
¿Cómo logró tal cantidad de obras íntegras, audaces, incómodas y excepcionales en un sistema tan rígido, tan atado a los convencionalismos? Pues porque los grandes talentos han sabido sortear con tino y astucia las barreras que se anteponían a la fluidez de su expresión. Porque el buen gusto y el refinamiento del que tanto han hablado los críticos era en realidad una mirada lúcida e inteligente sobre una realidad que se tornaba cada día más opaca. Sin solemnidad ni falsa indignación, Minnelli fijó la atención sobre los asuntos que más fervor le habían despertado, haciendo la poesía cinematográfica más auténtica que pudiera jamás haberse proyectado.
Modesto en sus declaraciones, se ha hecho soberbio en sus imágenes, que desnudan un sello inconfundible, conseguido a fuerza de talento y sacrificio. Un oficio aprendido con maestría y dedicación, coronado con una monástica dedicación a los detalles y los ribetes finales. Sin prisa, este alegre italoamericano nos contagió su risa y sus lágrimas, nos prestó sus sueños, nos regaló la belleza de sus imágenes, nos inundó con su amor por el cine, nos enseñó la desazón y la renuncia. Nos hizo sentir que durante dos horas, en esa sala oscura y silenciosa, podíamos ser parte de una vida mejor, más íntegra, más colorida, más verdadera, como sólo el cine y los sueños pueden demostrarlo.
Paula Vazquez Prieto.

Quienes aún no han entrado al universo de Minnelli, pueden hacerlo con sus highlights en cada género, aquellos títulos que mejor lo representan: La rueda de la fortuna (Meet me in St. Louis, 1944) y Brindis al amor (The Band Wagon, 1953) en el musical; Cautivos del mal (The Bad and the Beautiful, 1952) y Dios sabe cuanto amé (Some Came Runing, 1958) en el melodrama; y El padre de la novia (Father of the Bride, 1950) y Designios de mujer (Designing woman, 1957) en la comedia

Resumen del Bafici- Parte 5, por Maia Debowicz



DESILUSIONES BAFICIANAS: Sobre “Community Action Center”, “La araña vampiro” y “Country story”.

¿Quièn puede controlar las expectativas que invierte uno en una película?. Obviamente uno mismo y en general es una tarea imposible, cuando esas expectativas no se cumplen aparece un monstruo peludo con dientes filosos y mal aliento llamado Desilusión. La desilusión es el desencanto que uno siente al comprobar que la realidad no responde con la proyecciòn imaginada. Las desilusiones cinéfilas no tienen ninguna diferencia con las desilusiones amorosas, es un desengaño que hace sangrar al corazón hasta dejarlo vacìo. Bueno, si, estoy exagerando un poco pero esos segundos que uno vive al finalizar una película que no corresponde con la esperada, produce un malestar feroz difícil de borrar ,incluso con un submarino con churros made in “La Giralda”.

El BAFICI es un gran creador de este monstruo peludo con dientes filosos y mal aliento, y aunque suene masoquista esta es una de las características màs interesantes de este festival, arriesgarse a tirarse a una pileta sin saber si tiene agua es parte de la lujuria del BAFICI.
Para mì este esta edición fuè particular ya que fue el año que menos desilusiones coleccionè pero hubo 3, muy distintas en su forma y contenido y en la magnitud provocada de desencanto, que me parece criterioso señalar y analizar.

En el puesto número 1 del ranking de desiluciones y sin posibilidad de empate con ninguna otra, se encuentra la película “Community Action Center”, típico film de festival independiente que juega con el fanatismo del cinéfilo o la ingenuidad de un novato para estafarle no sólo su dinero sino también su ilusión. Es muy difícil predecir qué tipo de película uno se sumerge a ver ya que las reseñas no explican absolutamente nada, por lo contrario son engañosas, casi mentirosas.
La función era a las 21.30hs en la Alianza Francesa, era una noche de sábado húmeda y muy lluviosa. Me perfilo a hacer una cola que era bastante dubitativa, no era para nada recta, más bien curva y desordenada. Se acerca el acomodador BAFICI y nos entrega un texto al grito de “Este texto acompaña la película por orden del director”. Sujeto entusiasma la hoja, lo leo y comienzo a preocuparme al leer frases como “Me quedé un rato sentado en mi inodoro, admirando mi enorme y gruesa verga de 28 centímetros; posé frente al espejo, tirando mi verga primero sobre este hombro y luego sobre el otro. Finalmente, sobreexcitado, me cogí la parte inferior de mis botas…”. Al terminar de leer ese texto tan ¿poético? me preparé psicológicamente para lo peor pero no fue suficiente. “Community Action Center” es una película sin relato, sin narración, sólo son performances tediosas de seres humanos freaks que experimentan con sus sexos de manera aburrida, repugnante y monótona.  
Cuerpos andrógenos (no entendía si eran hombres o mujeres) se introducen diferentes objetos en sus conchas, desde cuarzos hasta un escobillón pasando por un choclo y una lluvia pegajosa de miel. 

Escenas sadomasoquistas caprichosas con música canchera de película softcore de bajo presupuesto y una sola escena que intentaba construir un universo estético y original. Una supuesta mujer saca de su pubis una trenza que roza el piso cocida a su piel. Su amante juega con su bello púbico artificial hasta convertirla en un ave, clavándole pequeñas plumas de colores en la frente y alrededor de su ano. Ese es el único momento donde se puede apreciar una búsqueda, todo lo demás es provocación mal filmada, acciones trilladas con clara influencia de John Waters que ni siquiera logran incomodar al espectador.  Una película puerquita (ni llega a la etiqueta de “puerca”) que sólo puede encontrar un espacio en un festival tan desequilibrado como el BAFICI.
En el puesto numero 2 del ranking, se encuentra  “Country story” de Ian Clark, un mediometraje estadounidense de 64 minutos que nunca me di cuenta cuando empezó la película. En este caso, el problema fuè la foto que representaba el film, las imágenes tienen en mì un poder manipulador que logran que cometa grandes errores en mi vida, esa fotografía despojada, poética, bella y tangible hizo que deposite mi corazòn en una obra que no la merecía.



“Country history” es un retrato de varios post-adolescentes, esos seres humanos inútiles que no saben que hacer con su vida y le hinchan las pelotas a los demás, que dialogan como niños en plena pubertad y no pueden hacerse cargos de sì mismos.


Con tono de comedia (lenta) logra dos escenas rescatables que merecen que las describa:
1-      El inservible principal ante la crìtica de su madre por su falta de trabajo, le expresa que “quiere un empleo dònde pueda jugar”
2-      El inservible principal juega con su amigovia en el parque con un barrilete corriendo de un lado a otro con una libertad contagiosa.


Y por último, en el ranking número 3 se encuentra “La araña vampiro”, el segundo esperado largometraje de Medina. Este caso es muy diferente a los dos anteriores mencionados por varios motivos. No tengo las suficientes herramientas para anunciar con pitos y flautas que “La araña vampiro” es una mala película porque estaría mintiendo, engañándolos, pero lo que si es real es que la película tiene muchos problemas, y es inferior a su excelente y perfecta “Los paranoicos”. Antes de empezar a señalar las fallas, quiero valorar que Gabriel Medina con el fanatismo que generò en los cinéfilos con su òpera prima, podría haber elegido la comodidad de filmar “Los paranoicos 2” con nuevos actores, pero no lo hizo. A pesar que me hubiera gustado ver una película similar al retrato de Luciano Gauna, me parece de una grandeza admirable que siga buscando y no se quede en las fòrmulas sencillas. Ahora bien, si lo que encontró es una araña vampiro, yo desearìa que siga explorando. Su nueva película, que obtuvo una distinción a Mejor Película Argentina y un premio a Martin Piroyansky como mejor actor en el 14 BAFICI, intenta ser una road movie argentina fusionada con un relato fantástico que ambiciona generar misterio. En principio debo confesar que a mì no me gustan las road movies y con “no me gusta” quiero decir, las detesto.  Gabriel Medina nos exhibe el viaje como un calendario de paisajes àridos de la Argentina, provocándome irritación, aburrimiento y sueño, mucho sueño.




 Jerònimo (Martin Piroyansky) es un joven solitario y raro (de repente tuve un deja vù), toma Rivotril, habla poco y se encuentra en una viaje con su padre (Alejandro Awada) en una cabaña en medio del bosque. Una noche una peluda araña muy bien amaestrada lo pica y Jerònimo empieza poco a poco a entrar en pánico. La picadura  se manifiesta cada vez màs inmunda, creando formas orgánicas y bellamente apestosas, por lo que decide ver a un curandero que le dirà que se va a morir a menos que le pique la misma araña. A partir de aquí, empieza el calvario, no solo para Jerònimo sino también para mì ya que suceden escenas eternas, interminables y chiclosas, el recorrido que hace el joven picado en compañía de Ruiz, un borracho bruto e inverosímil que es extremadamente insoportable de oìr y ver, es caprichosamente lento, con ausencia de ritmos, de diálogos sin ningún sentido. Lo único que deseaba era que la araña termine de incubar en el cuerpo de para que de una vez por todas se termine la película.
El problema màs importante que encuentro en “La araña vampiro” es que no veo la mirada de Gabriel Medina, no la distingo, no la reconozco ni la identifico y entonces yo me pregunto: ¿Es realmente Gabriel Medina un autor como se lo clasificò con el nacimiento de “Los paranoicos”?.
Las desilusiones son dolorosas y acumulativas, y el BAFICI sabe programarlas con mucho talento.

Resumen del BAFICI 2012- Parte 4

LA ESPERANZA VIVE EN LA NUEVA OLA DE CINE RUMANO:
 “ Best intentions” y compañía.


Nunca estuve de acuerdo con el concepto de “la muerte del cine”, el arte cinematogràfico simplemente crece y muta, desde la infancia hasta la adultez y reencarnando en un cuerpo nuevo, con màs experiencia de vida. Uno de los ejemplos que avala mi optimista teoría son los diversos cines que han nacido (o renacido) en los últimos diez años: el cine griego, violento y venenoso, el cine taiwanes con el reinado de Tsai Ming Liang, la multiplicaciòn de los hijos no reconocidos de Aki Kaurismaki en Finlandia, Noruega y en Latinoamèrica (inclusive en Uruguay con Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll  y en Argentina con directores como Martin Rejtman, Esteban Menis, Rodrigo Moreno, etc.) y uno de los màs prometedores, el cine rumano.

La primera película bien recibida de esta nueva ola fué la original comedia negra “ La muerte del Sr Lazarescu” de Cristi Puiu en el año 2005, luego conocimos a Cristian Mungiu con su dura película “4 meses, 3 meses, 2 dìas” , a Radu Muntean con “The paper will be blue” (2006) y su excelente y bella “Aquel martes después de navidad”(2010),y  a Corneliu Parumboiu con sus impresionantes films Bucarest 12:08” y “Policìa,adjetivo”(2009). 

 

El nuevo integrante de este club se llama Adrian Sitaru y tuve el placer de conocerlo en este 14 Bafici con su segundo largometraje “Best intentions”, película de humor negro que narra la angustia que sufre  un joven llamado Alex durante varios días cuando internan a su madre en un dudoso hospital por un derrame cerebral.

La originalidad del relato reside en la diversidad de los puntos de vista, haciéndole creer al espectador que la cámara esta mareada dentro de un samba y salta de los ojos de un personaje a los ojos de otro generando puras miradas subjetivas.

Alex, para evitar sentirse impotente , investiga las diferentes opciones de hospitales para trasladar a su madre, navega en internet para comprobar si la medicación que le están suministrando es la correcta y se obsesiona con los extremos cuidados que debe recibir su madre, empeorando aún más el panorama con su carácter insoportable.

Pero detrás de estas obsesiones que no puede controlar se esconde un sentimiento mucho màs profundo y difícil de manejar, el miedo. Alex se siente aterrado de perder a su madre, no puede ni imaginar vivir con su ausencia y hará hasta lo imposible para que eso no suceda.

 

“Best intentions” es una película incòmoda, molesta, que obliga al espectador a tomar una posición activa y comprometida con los movimientos de cámara y con  los movimientos internos del protagonista.


"Best intentions" Calificaciones Trauma Cinéfilo:

MAIA DEBOWICZ: