El clown es mágico. Logra la magia de ese tipo de espectáculos que viéndolos hoy, aquí y ahora, sin efectos de posproducción, nos asombran. El clown tiene activado y logra activar en el público la mirada primera, curiosa, sensible y despierta de un niño. El clown es tierno y a la vez inteligente, no es infantil, usa todos los recursos que su vida adulta le proporcionaron. Pero los usa sólo como el clown sabe hacerlo. Y jamás pierde la capacidad de sorpresa. Y el clown ante todo cree. Cree sin ser crédulo. Cree en sí mismo, en lo que ve, en lo que oye, en el otro y en su entorno.
En La Fée, Fiona sostiene que es un
hada. Y nunca llegamos a saber si es
realmente un hada o está un poco loca o un poco de cada cosa. Así, como el clown, La Fée es mágica sin
efectos. Tierna e inteligente, con un
tipo de humor físico que sólo puede lograrse con un entrenamiento muy preciso,
sensible y ajustado. Y con el cuerpo nuevamente
aparece la figura del clown. Cuerpos
despiertos, plásticos y flexibles que dan paso a la magia dentro suyo. Dan paso a que la magia los atraviese y
lograr figuras extrañas pero no imposibles.
Que maravillan al ojo del espectador con sólo trocar un poco el nivel
social de las figuras.
Y La Fée es puramente
cinematográfica. Sucede que, no obstante
recordar al clown (cuya tradición remite fundamentalmente a lo teatral), remite
más a sus parientes de celuloide, a aquellos que hicieron con el clown
fantasías de cine, que jugaron con imágenes, puestas de escena y puestas de
cámara. A aquellos que como Jacques Tati
volvieron palpable la magia instalada en los pequeños trucos de encuadres,
haciendo chistes con detalles que sólo el ojo de una cámara puede elegir
mostrar.
Y no podemos
hablar de La Fée (tampoco del clown,
otra vez) sin mencionar la importancia de la música. La banda sonora, la elección de las
repeticiones, del ritmo y de las melodías, está pensada en esta película para
que sea un actor más, otro cuerpo plástico que se adapta a la película para
respirar con ella.
En La Fée Dominique y Fiona (sus nombres en
la vida real, nombres que también mantienen en sus otras películas, como los
clowns mantienen su identidad a través de los diversos espectáculos) se
conocen, se enamoran y hasta tienen un hijo.
Pero esto no es lo importante. En
La Fée lo importante no es lo que se
cuenta sino cómo, la elección de este modo particular y personal de ver el
mundo como lo ve un clown, con los ojos bien abiertos, mirando de frente, y
siempre siempre, por sobre todas las cosas, creyendo.
Mi escena favorita: La coreografía armada en torno a un auto, una moto, ellos, y el bebé, donde lo puramente artificial de los decorados, los efectos y el movimiento está puesto en función del ritmo de sus cuerpos y de algo que también hace mucho el clown: tranquilizar al público, decirle algo así como "todo lo que ves está bien, el riesgo aparente es sólo parte de la diversión, no es real".
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